viernes, 24 de diciembre de 2010

Invierno

Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.


José Hierro

lunes, 6 de diciembre de 2010

Otoño

Esparce octubre, al blando movimiento 
del sur, las hojas áureas y las rojas, 
y, en la caída clara de sus hojas, 
se lleva al infinito el pensamiento. 

Qué noble paz en este alejamiento 
de todo; oh prado bello que deshojas 
tus flores; oh agua fría ya, que mojas 
con tu cristal estremecido el viento! 

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, 
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, 
echado en el verdor de una colina!
 
En una decadencia de hermosura, 
la vida se desnuda, y resplandece 
la excelsitud de su verdad divina.

Juan Ramón Jimenez

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Buscando el pueblo perdido

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Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro